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jueves, 25 de agosto de 2011

DESDE SAN CRISTÓBAL, VENEZUELA.




¿Qué será de los pájaros en Ranelagh? 

¿Cómo estará el otoño en mi barrio?


Miro hacia atrás

y me alcanza
la inmensa realidad de la distancia.


Aún recuerdo
el corazón de mi madre

gritando en mi pecho

el día que me lancé a los caminos.

Recuerdo los rostros que pasaron ante mí,

los paisajes escritos en mi alma.


Escucho el llanto de Marcela

cuando nos despedimos en Lima.



¿Qué será de los amigos,

de la Calle Ancha ahora pavimentada

donde en otras épocas
crecían las manzanillas

que mi abuela juntaba?
 

¿Cómo estará el amor de Hermes, mi perro,

la placita donde iba a poetizar mis sueños,

a dibujar con la forma de las nubes,

a pasar las tardes sin tiempo

escuchando la risa de la hierba,

el consejo de los árboles?
 


¿Qué será de aquellos amores que tuve,

de la bicicleta blanca,

los libros que habitaron mi cuarto,

el horno a leña y los claveles?


¿Qué será de la parra plantada por mi padre?

¿Qué será
de aquella vida
que ya no tengo?

UN VIAJE


















La noche de los colores


en la ciudad de San Cristóbal:




Salvador


-amigo de toda la vida-


plasma mujeres enamoradas


rostros iluminados


pincelados con vestigios de la nada.


Erasmo convoca a la magia


para relatar sus aventuras africanas.


Carlos un joven guerrero


apoya con su luz


y Osvaldo diseña imágenes


desde su corazón,


mientras un poeta-caminante


intenta cincelar el tiempo con su tinta.